En los ríos de Sudamérica, donde las aguas atraviesan selvas, sabanas, comunidades y fronteras, habitan viajeros que cuentan historias silenciosas: los delfines de río. Más allá de su carisma, estos animales se han convertido en una pieza clave para entender cómo los datos científicos pueden transformarse en políticas públicas nacionales que a veces atraviesan países y definen el futuro de ecosistemas enteros.
Cuando la ciencia se convierte en argumento político
Durante años, las amenazas sobre los delfines de río —la contaminación por mercurio, las represas, la pesca insostenible y el turismo descontrolado— fueron vistas como problemas locales, aislados. Cada país tenía sus propios informes, metodologías y prioridades para disminuir estos problemas.
Con la Iniciativa de Delfines de Río de Sudamérica, que en 2017 unió a investigadores, ONG y comunidades de seis países esto empezó a cambiar. Su aporte más revolucionario fue estandarizar los métodos de monitoreo, generando datos comparables a escala regional. En los últimos años, la herramienta más revolucionaria han sido los transmisores satelitales (tags) instalados en la aleta dorsal de los delfines. Estos dispositivos, que funcionan como un pequeño arete, envían señales al satélite francés Argos, pionero en telemetría para fauna silvestre.
Cada tag puede durar hasta 240 días, registrando los movimientos del animal durante un año o más. Gracias a ellos, los científicos han podido identificar áreas críticas de uso, patrones de desplazamiento según la productividad de los ríos y cambios en el comportamiento durante temporadas de aguas altas y bajas. Estos datos permiten señalar “hotspots” de biodiversidad acuática, lo que da argumentos precisos a los gobiernos para priorizar zonas de protección que benefician no solo a los delfines, sino también a peces, tortugas, manatíes y comunidades humanas que dependen del agua.
Esos números se convirtieron en la base para dialogar con ministerios, organismos internacionales y gobiernos. En política, las emociones abren puertas, pero los datos son los que sostienen las decisiones.
Plan de Manejo con la Comisión Ballenera Internacional
La Comisión Ballenera Internacional (CBI) había explorado antes este tipo de acuerdos regionales. En 2016 adoptó el Plan de Manejo de la Franciscana, un pequeño cetáceo de la cuenca del Paraná. Fue el primer Conservation Management Plan (CMP) aprobado para una especie de río en Sudamérica, con Argentina, Brasil y Uruguay como signatarios y con Argentina liderando la coordinación en 2017.
Ese antecedente fue importante, pero el verdadero salto político ocurrió en 2020, cuando la CBI aprobó el Plan de Manejo y Conservación de los Delfines de Río de Sudamérica. A diferencia de la franciscana, los delfines amazónicos y de la orinoquía habitan en una escala mucho más amplia: atraviesan selvas, territorios indígenas y fronteras internacionales. Su plan fue construido junto a SARDI y los gobiernos de Brasil, Colombia, Ecuador y Perú, convirtiéndose en un referente de cooperación transfronteriza.
La Declaratoria Global 2023: un compromiso político histórico

Tres años después, en 2023, esos mismos datos impulsaron un nuevo paso: la Declaratoria Global por la Protección de los Delfines de Río, suscrita por 10 países de Asia y Suramérica. El documento no es un gesto simbólico: establece compromisos multilaterales que reconocen a los delfines de río como especies indicadoras de la salud de los ríos y como un asunto de seguridad hídrica para los dos continentes.
La firma de esta declaratoria mostró que la conservación ya no es vista únicamente como un tema ambiental, sino como un asunto político y social de primer nivel. En palabras simples: proteger a los delfines significa proteger el agua que sostiene economías locales, comunidades indígenas y ciudades enteras.
Resolución Ramsar Delfines de Ríos y otras especies indicadoras en humedales continentales
Dando continuidad al consenso voluntario de los países de Suramérica y Asia desde la firma de la declaratoria global, y con el impulso político tras la celebración de la COP 16 durante el año 2024 en Cali, Colombia, desde SARDI se apoyó al Gobierno de Colombia en la formulación de una propuesta de resolución que fue postulada ante la Convención de Humedales Ramsar.
Con la meta de contar con un instrumento vinculante para la protección de los delfines de río a nivel global, se reunieron los antecedentes normativos, toda la evidencia científica y la experticia de un diverso equipo técnico que durante más de un año trabajaron para ver materializada en la COP15 Ramsar en Victoria Falls-Zimbabue la adopción de la resolución Ramsar que reconoce a los delfines de río como especies indicadoras de humedales continentales.
Tras un arduo proceso de negociación y perfeccionamiento, y con el apoyo masivo de las dos regiones con el apoyo del equipo de SARDI, los delfines de río ahora cuentan con un instrumento vinculante para su protección, que además cobija a otras especies indicadoras de la salud de ecosistemas, ahora el desafío será aterrizar esta legislación al terreno y el trabajo que desarrollan nuestros investigadores y científicos.
Comunidades como aliadas
Los gobiernos han comprendido que el conocimiento científico se fortalece cuando se articula con los saberes locales y tradicionales que emergen de la experiencia directa en los territorios. En este sentido, SARDI trabaja de manera colaborativa con pueblos indígenas y comunidades campesinas, quienes no solo participan en los procesos de monitoreo, sino que también aportan sus propias lecturas del territorio y presentan recomendaciones para la conservación en espacios de toma de decisiones
La voz comunitaria ha sido clave para fortalecer políticas de pesca sostenible, impulsar áreas protegidas y de conservación y exigir prácticas de turismo responsable. Así, los delfines han pasado de ser un símbolo natural para convertirse en un catalizador de demandas sociales y de justicia ambiental.
Una nueva forma de gobernanza fluvial
Hoy, los delfines de río representan un modelo innovador de gobernanza ambiental. Son la prueba de que la ciencia puede dialogar con los saberes locales y juntos, influir en políticas públicas regionales e internacionales.
Lo que antes eran estudios dispersos, hoy son informes consolidados que orientan decisiones ministeriales. Lo que antes eran preocupaciones aisladas de comunidades, hoy son compromisos multilaterales firmados por 10 países. Y lo que antes era visto como un problema de fauna silvestre, ahora es entendido como un desafío político que involucra a todo el continente.
Más que un símbolo carismático, los delfines de río se han transformado en una brújula. Nos muestran hacia dónde debemos orientar la gestión del agua y la conservación de los territorios. Su protección no depende únicamente de biólogos o activistas: está en manos de legisladores, diplomáticos y comunidades que entienden que sin ríos sanos no hay futuro posible.
Cada vez que un gobierno adopta un plan de manejo, que se firma un acuerdo internacional o que se regula una práctica pesquera, los delfines están ahí, invisibles pero presentes, recordándonos que su destino y el nuestro son el mismo.